
En Junio-Julio de 1977 la Editorial Dopesa inició la publicación de una serie de “libros mosquito”, de unas cien páginas, con los que se pretendía divulgar conceptos básicos de cultura política para un pueblo que venía de 40 años de dictadura, y que en Junio de ese año había celebrado sus primeras elecciones democráticas.
Victor Marquez Reviriego escribía en Triunfo, en un artículo titulado “Diccionarios para después de una era”, que esta colección formaba parte de una serie de publicaciones de educación política que iban “en sentido opuesto a como se entendía y se imponía cuando formaba parte de los planes de estudios y era una de las llamadas tres Marías” (la Formación del Espíritu Nacional del franquismo).
Entre los títulos que, casi con urgencia, se publicaron entonces para hacer frente al “analfabetismo político’ existente, estaban los diccionarios del Comunismo (Jordi Sole Tura), del Socialismo (Enrique Mugica Herzog) y del franquismo (Manuel Vázquez Montalbán ); el diccionario del demócrata (Eduardo Haro Tecglen) , el diccionario de la Democracia Cristiana ( Fernando Álvarez de Miranda) y este diccionario del Sindicalismo que la editorial Dopesa encargó a Comisiones Obreras y a su líder Marcelino Camacho.
Por aquel entonces (Junio-Julio de 1977), con 24 años, yo acababa de terminar la licenciatura de Ciencias Políticas y Sociología; y estaba finalizando también mi licenciatura en Ciencias de la Información (Periodismo). Tras siete años de militancia clandestina, y debido una profunda decepción por la ausencia de democracia interna en la organización, había dejado el PCE poco antes de su legalización en Abril de ese año. Seguía, no obstante, vinculado a los ideales del socialismo en libertad y a Comisiones Obreras.
Marcel, hijo de Marcelino Camacho, con el que seguía en contacto, me propuso en Junio de ese año que redactara un borrador de texto para un librito de divulgación sobre el sindicalismo que la editorial Dopesa había ofrecido a CC.OO publicar, lo cual constituía una excelente ocasión para divulgar nuestras ideas. Acepté inmediatamente con aquel espíritu militante de los jóvenes de los años setenta que estábamos asistiendo al nacimiento de una democracia en la que, a pesar de nuestra juventud, habíamos tenido ya un protagonismo esencial.
En un mes tenía ya listo el borrador, elaborado entre los calores del verano madrileño en una máquina Hispano Olivetti. Las “entradas del diccionario” habían surgido de los propios textos de Comisiones Obreras -unos ya publicados y otros clandestinos- y de las ideas acerca de la democracia política y económica, el socialismo y las libertades sindicales; ideas que nos habían atraído hacia la militancia política y sindical.
Yo había conocido a Marcelino dos años antes en la cárcel de Carabanchel, a la que fui a parar durante un mes como otros jóvenes antifranquistas. Por esta escasa duración de nuestras condenas los presos políticos veteranos nos conocían entonces como ‘los multeros’. Efectivamente, nuestras pequeñas condenas se debían al impago de multas de orden público que la Dictadura nos imponía, ya que el Tribunal de Orden Público no tenía capacidad física ni política para procesar a todos los estudiantes y obreros que la dictadura detenía en las manifestaciones contra ella .
En la cárcel de Carabanchel tuve la oportunidad de asistir en una de las celdas al seminario que, con la coherencia, la pasión y la consistencia de alguien que estaba relatando su propia vida , daba Marcelino sobre la Historia del Movimiento Obrero. En esa misma celda, a otra hora, Nicolas Sartorius nos explicaba también los conceptos fundamentales de la economía política.
El borrador de texto de Diccionario de Sindicalismo que entregué ese mes de Julio de 1977 a Marcel Camacho para su edición final se basaba, por tanto, no solo en las nociones básicas del sindicalismo sociopolítico e independiente de CC.OO contenidas entre otras fuentes, en el propio libro de Marcelino Camacho (Charlas en la prisión, publicado el año anterior, 1966) o en el de Nicolas Sartorius (El Resurgir del Movimiento Obrero publicado en 1975), sino en ideas obtenidas de panfletos y textos clandestinos y de esa transmisión oral y personal.
Puede decirse , por tanto, que por mi parte hice la labor de un periodista, eligiendo las preguntas (los términos del diccionario) y buscando las respuestas; ya fuera en los propios textos de CC.OO o en las ideas que entonces compartíamos. La información se completaba con conceptos y datos obtenidos de la ‘literatura política’ que formaba parte de nuestro horizonte intelectual como jóvenes marxistas y de mi propia formación como politólogo.
Fue un placer escribir aquel borrador. Hoy, 1 de Mayo de 2023, 46 años después, hago publica la digitalización de este pequeño texto, que lo rescata del olvido. Esta publicación constituye un homenaje debido y un reconocimiento para todos aquellos hombres honestos que como Marcelino Camacho o Nicolás Sartorius nos mostraron en aquel tiempo de transición mucho más que ideas, comportamientos ejemplares.
Madrid, 1 de Mayo de 2023
Agustín Galán Machío.


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